Un menor- Por Mauro Caetano (Punta del Este- Uruguay)
- Pensando En Voz Alta
- 28 dic 2022
- 2 Min. de lectura
Un menor irrumpe bajo la cortina metálica a cara descubierta.
El barbero lo ve con el dedo en la llave de luz, y se congela.
Sin mediar palabra, el menor deja ver el cromo tan frío como el sudor en su espalda. La mirada caliente, afilada por los labios que se aprietan hacia fuera. Una ceja partida en dos empuña el revólver que tintinea con un cascabeleo mínimo y opaco, y todo se refleja en el gran espejo del salón con luces blancas alrededor.
Postura firme, tensa. Brazos extendidos, de espaldas a la puerta, saca pecho escuálido dentro de la campera. Parece de veinte y cinco maquillado por la calle y por la abstinencia. —Ya ganaste, gurí— dice y ya había levantado las manos.
En respuesta, el menor relojea con ojos bien abiertos las cuatro paredes y se clavan con furia en la otra cara relajada y tiesa. Ninguna emoción circula en esa fachada, la mejor performance, en la cual miran desde el interior, el terror y las ganas de llorar. Frente a él, hay un debut en el rostro y en su arma una bala. Se respira impaciencia, un segundo, click y el tambor gira. Como si una rama se partiera, como un engranaje suelto mientras el martillo y pulgar se alejan. Y el índice acaricia el gatillo en imperceptible vaivén como una correa que se acerca sin perder tensión.
Las dos caras miran el cañón y se encuentran ahí mismo, en el borde metálico de la mirilla cada uno, a sabiendas del lugar que le toca. El menor recobra la compostura como si estuviera a punto de perderla, como si una esnifada seca que arruga su rostro la recompusiera.
—Dame la plata o te quemo, puto de mierda.
El barbero lo ve todo, sin moverse en su camisa de lino clara, remangada y fresca. Habla pausado en un tono monocorde —Tranquilo, ahí está todo. —Sus ojos tironeados por las cejas señalan la caja. —Llevate la plata, llevate la máquina. Te vas a poner nervioso y me vas a matar por la misma plata.
Pum.
Se fue con el ruido.
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