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¿Qué pasó?- Por Gladys Aracama (Provincia de Buenos Aires-Argentina)

  • Foto del escritor: Pensando En Voz Alta
    Pensando En Voz Alta
  • 23 nov 2022
  • 3 Min. de lectura

Yo le cuento. Yo le cuento lo que pasó. Yo trabajo y vivo ahí. Hace muchos años, como seis o siete. No me acuerdo bien. Ahí tengo una pieza para mí sola. Nunca tuve una para mí.

Trabajo todo el día y cuando llego a mi pieza miro televisión y pienso en él. Siempre pienso en él. Lo vi por primera vez en la iglesia. Siempre voy los domingos. Mi mamá y mis hermanos viven lejos, en Formosa. Yo estaba triste y cuando lo vi todo cambió. Empezamos a hablar. Le dije algunas cosas mías. No todas. Él escuchó. Lo miré bien, de arriba abajo y le tuve confianza. Le sonreí. Él también me sonrió. Después, todos los domingos lo veía. Me sentí mejor. Ya no estaba sola. Me sentí acompañada. En la casa no dije nada. Tuve miedo que no entendieran; además, son cosas mías. Le fui hablando de todo lo que me había pasado. Por qué dejé mi casa, a mi mamá, a mis hermanos. No quería dejarlos, pero todos dijeron que era lo mejor para que olvidara lo que pasó. Eso que pasó me hizo mal. Estaba muy mal. Estuve mucho tiempo sin dormir y sin hablar. No entendía y tenía miedo.

Un domingo se lo conté todo. Tenía vergüenza, como si yo hubiera hecho algo malo. Me escuchó serio y me dijo que no había hecho nada. Que yo no tenía la culpa. Me aseguró que siempre iba a poder confiar en él y que siempre me iba a proteger. Lo escuché y le creí. No tuve más miedo.

Mire cómo son las cosas, un día la señora lo trajo a casa. No lo podía creer. Es más chico. Se quedó a vivir con nosotros. Hablamos cuando no nos ven. Yo le cuento todo lo que me pasa en el día. Él me escucha. De noche, cuando puedo, lo llevo a mi pieza y seguimos hablando. Lo quiero con todo el corazón. Mamá me dijo un día que esa es la única forma de querer.

No me mire así, ya le digo lo que pasó anoche. Estaba con él en la pieza. No había nadie en la casa. Eran como las once de la noche. Estaba hablándole y oí ruidos. Mi pieza está al lado de la cocina, allí hay una puerta que da al jardín. Escuché los ruidos y salí. Caminé unos pasos y vi al hombre entrando por la puerta. Abrí la boca y no me salió ni un sonido. No pude gritar. El hombre me vio. Corrí. Entré a la pieza con el hombre detrás de mí. No podía esconderme. Me agarró de los brazos. Estaba sucio. Tenía un olor que lastimaba. Lo miré a los ojos, eran fríos como los de aquel hombre en mi pueblo. Me retorcí para soltarme y empecé a temblar. El hombre me tiró sobre la cama. Todo parecía igual a aquella vez, cuando estaba sola en el rancho. Empezó a tocarme y a reírse como lo hizo el otro. Tuve miedo. Pude soltar un brazo. Lo busqué sobre la cama y él llegó a mi mano. Lo agarré. Era pesado. Junté toda mi fuerza y le di un golpe en la cabeza. Me miró como si no entendiera. Volví a golpearlo y se cayó. Entonces, fui a llamarlos. El hombre no se movió más.

Por favor, dígame cuándo me van a devolver la estatua del Arcángel Miguel. Él es mi amigo. Él me cuida. Me dijo que me iba a proteger siempre y lo hizo. En la iglesia hay una imagen grande, pero la señora trajo esta estatua chiquita. Sé que él me siguió para estar más cerca de mí ¿Cuándo me la devuelven? Quiero limpiarle la sangre y darle las gracias.

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