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La bohemia- Por Gonzalo Valdés (Valparaíso-Chile)

  • Foto del escritor: Pensando En Voz Alta
    Pensando En Voz Alta
  • 5 ene 2023
  • 4 Min. de lectura

¡Cállate de una puta vez! ¿No ves el escándalo que provocaste? Espantaste a todos, a todos. Ramón se fue por tu culpa.

A mi mamá le gusta que todos en el block la escuchen cuando me grita, la hace sentir importante. Yo la entiendo, todos los alrededores de la plaza Echaurren la conocen. Yo veo cómo la miran. La miran y se ríen cuando ella no se da cuenta, pero yo sí lo noto. Cuando bajamos al mercado a comprar algo para comer, creo que se ríen porque cojea con la pierna izquierda, hasta los vi imitarla. A ella no le gusta hablar de su pierna coja, le pregunté dos veces cómo se lastimó. La primera vez me hizo callar con su mano tapándome todo el rostro. Sentí sus dedos en mi frente, sus uñas carcomidas incrustadas en mi frente. La segunda vez lloró y me abrazó. Creo que es una historia que le trae malos recuerdos. Los malos recuerdos a uno le hacen reaccionar así, me dijo ella.

Mi mamá es linda, es la mamá más linda de Valparaíso. Todos la quieren mucho. Todas las noches vienen amigos a verla, siempre son hombres, y necesitan conversar algo urgente con ella, por eso se encierran en su dormitorio por un rato que a veces es largo, y otras no tanto. Creo que ella les calma el miedo de la vida, se encierran y los calma. Luego le pasan algunos billetes y se van. Yo no entiendo por qué le pagan, y no me atrevo a preguntar tampoco.

Yo quisiera que me calmara a mí también cuando tengo pena, cuando por ejemplo veo a otros niños jugando en la plaza de la Matriz después de la escuela, juegan a los superhéroes y a ver quién es más fuerte. Si yo pudiese salir, si mi mamá me permitiera ir a la escuela con ellos y jugar, sería el superhéroe más poderoso de todos, estoy seguro porque yo sería Batman, y a Batman nadie le gana.

La mayoría de los hombres que visitan a mi mamá yo no los conozco. Ella me dice que son sus amigos, o sus parientes lejanos. Yo no entiendo por qué no puedo conocerlos si también son mi familia, si también son mis parientes lejanos. Ella me tiene prohibido salir de mi pieza cuando hay visitas. Me entrega un plato con pan y manteca, me prende la tele a todo volumen y me prohíbe salir. Creo que siente vergüenza de mí por mis zapatos rotos. A mí no me da pena eso, cualquiera sentiría vergüenza de tener los zapatos así. Lo que a mí sí me da pena es no poder salir y ser el Batman del barrio.

Entre todas las personas que visitan a mi mamá, el que más viene es tío Ramón, yo creo que él la quiere mucho, porque siempre nos trae regalos. La semana pasada por ejemplo me regaló unas zapatillas casi nuevas. Por fin mi mamá quizás me permita salir a jugar algún día. Ya no debería sentir vergüenza al menos.

Tío Ramón es bueno. Es el único amigo de ella que me permite ver. Una vez intentó enseñarme a leer, mientras mi mamá no estaba en casa. Y no le importó que yo no entendiese nada, ni que no pudiese leer ni una página de las revistas que me trajo. Cómo voy a poder leer, si aparecen puras mujeres piluchas ahí. Pero si aprendo a leer esas revistas, seré un hombre derecho como él, me dice. Por eso me las dejó para que leyera por las noches. Pero yo no puedo leer nada así. No me concentro, recuerdo su rostro mostrándomela, su voz, su mirada con ojos saltones, la saliva casi cayéndose de la boca, y su sonrisa que no comprendo si debo sonreír con él, o qué.

A veces tío Ramón me asusta, yo sé que no debo pensar mal de él, pero a veces cuando llega con ese aliento hediondo y esa mirada perdida, me asusta. Esa noche llegó y golpeó fuerte la puerta, gritaba desde la calle hacia adentro, gritaba cosas que yo no entendí, tenía una voz rasposa y una botella de vino casi vacía en su mano. Cuando al fin mi madre abrió la puerta, él ya no podía mantenerse en pie. Entraron y yo los miré escondido detrás de mi puerta. Había mucho olor a cigarrillo y a sudor encerrado.

Tío Ramón gritó tan fuerte que pensé que todos los vecinos lo escucharían. Y yo no quería eso. Yo no quería que se burlaran de mi casa, justo ahora que tenía zapatillas casi nuevas para salir a jugar por fin. Yo no quería. Pero cuando lo vi tirándole la botella en la cabeza de mi mamá, no me aguanté. Fue como si me transformase en Batman para empujar a tío Ramón por las escaleras. Él cayó, pero no creo que haya sido por mí, él ya venía caminando raro de antes. Yo solo lo empujé. De verdad no quise hacerle daño. Cuando se puso de pie, me gritó cosas que no entendí. Se puso de pie y se fue balbuceando palabras sin sentido, hablaba de que había perdido a su mejor cliente, gritaba palabras muy feas, puta, maraca, y otras que no entendí. Vi a mi mamá en el suelo, ella lloraba, pero no creo que de dolor. Ella lloraba. Y como ella lloraba, empecé a llorar yo también. Lloré por su pierna coja, lloré por las burlas de los vecinos, lloré como nunca antes había llorado. Quería decirle a mi mamá cuánto la quería, cuánto la iba a defender siempre, cuánto la iba a…

¡Cállate de una puta vez! ¿No ves el escándalo que provocaste? Espantaste a todos, a todos. Ramón se fue por tu culpa.

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